viernes, 6 de noviembre de 2009

*LA POESIA MODERNISTA: LA FIGURA DE LUIS LLORENS TORRES

Luis Llorens Torres (1878-1944) está considerado como una de las figuras cumbres de la literatura de Puerto Rico y el verdadero iniciador del Modernismo en la isla. Educado en España, a su regreso a Puerto Rico dejó claro con su poemario Al pie de la Alhambra (1899) su alejamiento del siglo XIX poético y su interés por iniciar nuevas formas de entender la poesía que se cristalizarían en dos nuevas teorías poéticas que a él se deben, el Pancalismo y el Panedismo. Él mismo se consideraba alejado del movimiento modernista, del que tan sólo había tomado el espíritu de renovación. Así, su Pancalismo (del griego pan ?todo? y kalos ?belleza?) expresa la idea de que la belleza del ser se confunde con su existencia, la belleza está en todo y es todo porque nace de la raíz del propio ser, y debe ser mostrada por el poeta para que la vean aquellos que no quieren o no la pueden ver. No obstante, el poeta produjo obras que sí se hallan dentro de la estética modernista, como pueda ser el caso de Sonetos sinfónicos. Su acercamiento a los temas de inspiración criollista le hizo tener un gran éxito de público a todos los niveles, e incluso es señalado como uno de los iniciadores de este tipo de poesía en América; dicho criollismo se basa en un ideal de independencia cultural de la isla, independencia que, como es lógico pensar, debía pasar por una independencia política. Su producción va desde los poemas cultos hasta aquellos que han expresado como pocos la esencia puertorriqueña, como es el caso de la décima jíbara.

El Modernismo dejó otros nombres de poetas que, sin alcanzar el brillo de Lloréns Torres, contribuyeron a mejorar el panorama poético de Puerto Rico y a hacerlo más universal. Entre ellos deben destacarse varios nombres. El primero de ellos, al menos por orden cronológico, es Jesús María Lago (1873-1927), poeta, pintor y músico y uno de los precursores del movimiento modernista en la isla; sus temas, propios del Modernismo cosmopolita y preciosista, están recogidos en el tardío Cofre de sándalo (1927), coincidente en el Le coffre de santal del francés Charles Cros. Por su parte, José de Jesús Estévez (1881-1918), de actitud romántica en un primer momento, dio a la imprenta su Rosal de amor (1917), donde apunta formalmente al Modernismo tratando el erotismo desde una perspectiva subjetiva y melancólica. Antonio Pérez Pierret (1885-1937), uno de los poetas más importantes de este período, realizó una poesía de gran subjetivismo y sonoridad y de un tono duro, no exento de sensualidad y toques pintorescos, donde defendió la hispanidad en el único tomo que publicó, Bronces (1914). Antonio Nicolás Blanco (1887-1945) fue el más rubendarista de los poetas del Modernismo; de gran sencillez expresiva, dejó los siguientes libros: El jardín de Pierrot (1914), Y muy sencillo (1919) y Alas perdidas (1928). José P. H. Hernández (1892-1922) está considerado como uno de los líricos más puros de las letras puertorriqueñas; gran dominador de la métrica y autor fecundo, sus temas fundamentales fueron el amor, la naturaleza y la muerte.

Al margen de ellos cabe destacar a otros nombres como Enrique Zorrilla, Gustavo Fort, Rafael Martínez Álvarez, Vicente Rodríguez Rivera, José Yumet Méndez, Manuel Osvaldo García, Rafael H. Monagas, Joaquín Monteagudo, Arturo Gómez Costa, Francisco Negroni Mattei, Evaristo Ribera Chevremont, Rafael W. Camejo, Luis Palés Matos, José I. de Diego Padró y José J. Ribera Chevremont, así como otros que cultivaron el Modernismo en época algo más tardía, como Trinidad Padilla de Sanz, Ferdinand R. Cestero, P. Juan Rivera Viera, José Enamorado Cuesta, Enrique Ramírez Brau, Carlos N. Carreras, Ángel Muñoz Igartúa y, sobre todos ellos, Virgilio Dávila (1869-1943), una ingente nómina que no deja lugar a dudas de la impronta que la estética modernista dejó en las letras puertorriqueñas y que define un período fecundo en la poesía que no se repetirá hasta la futura generación de los treinta.

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